Archivos para

que no falte

Yo digo que se llama María. No le hice una foto pero salí a observarla cuando se iba, después de que le dijeran que Ana y Concha viven, en realidad, en la calle de al lado.

María llegó a la puerta y miró para adentro. Me preguntó si conocía a Ana. Giré para mirar a la persona que preguntaba por Ana: gafas lilas, pantalones de chándal morados, camiseta con flores turquesas y violetas… Sí, puede ser verdad que se llama María; de muy pequeña alguna vecina le decía Mariquilla, y a ella no le gustaba. Ahora, cuando va al médico, le dicen señora María. Y tampoco le gusta.

María venía buscando a Ana, que tiene una hermana que se llama Concha.

Son grandes mujeres, muy inteligentes -eso les dice a otras dos vecinas, después de preguntarles si han visto a las hermanas últimamente, si saben cuál es su terraza-.

Hace tiempo que no vengo, hace tiempo que no las veo. El otro día me dijeron algo de Ana; yo no oigo muy bien, ¿sabes? pero me pareció escuchar «que Ana falta, que Ana falta» -la miro y sé que no recuerda muy bien quién le dijo eso, si le pasó o lo soñó-, así que vengo a ver cómo está Ana, si es que no falta.

 

mirando al mar.jpg

¿cómo me va a doler?

Otras veces, nos dicen que el enemigo está dentro de nosotras y que hay que empezar el cambio por una misma. Como tenemos tantas sombras autoritarias dentro, una ya no sabe si ponerse el rifle en la sien y disparar contra el enemigo.

La hidra tabernaria

¿Sientes frío en la espalda? ¿en la columna? ¿en el trozo de piel donde se apoya el arma?

¿Estabas escribiendo en la pared, era eso?

Te he visto protegida hace cinco minutos. Protegida por muy poco, en equilibrio inestable, sí. Apenas las puntas de los pies te sujetaban a una cornisa. Y te tapaba algo, algo como una cortina o la copa de un árbol. Pero de todas formas sabían que estabas ahí. Es imposible que no te hayas movido aunque sea un poquito, aunque solo sea  lo que el cuerpo se mueve cuando respira.

El frío del arma en la columna ¿sobre una vértebra? ¿en el hueco entre dos vértebras? ¿pesa? ¿duele? ¿te están empujando desde ahí? No. No es nada de lo que sientes. Solo sientes la espera, El disparo el disparo el disparo ¿cuándo va a disparar? ¿me va a doler? ¿Cómo me va a doler? ¿Será el dolor más bestia de los que nunca sentí? ¿dónde va a empezar el dolor? ¿pero por qué no dispara ya? ¿a qué espera? ¿qué hago aquí? ¿Me voy a empotrar contra la pared cuando dispare? Pero qué tontería haber dejado caer el peine. Pero qué tontería que no hayan hecho la vista gorda. No era necesario bajarme de ahí con esa violencia y arrastrarme hasta aquí, y vendarme los ojos, y ponerme de cara a la pared. Qué más da, ya sé quién me está viendo; y también sé quién no me ve pero ya sabe que me han cogido y que me están matando; ya sé quién tiembla esperando mi grito y el desplome, mi cuerpo chocando todo él contra la pared, luego contra el suelo ¿está fría? ¿dónde se apoya? ¿por qué no dispara? Lo único que quiero es oír el disparo, sentir el disparo, saber dónde duele.

disparen que no sé cómo duele

la punta de la pistola entre la cuarta y la quinta vértebra.

no siento algo frío que esté apoyado directamente en mi piel.

no sé si de pie o tumbada, solo sé de la pistola que tengo apoyada en la espalda, en un sitio tan bajo que no sé cómo, pero sé que el disparo me va a matar. sin saber dónde estoy, sin saber cómo conecta la última imagen que recuerdo con este estar pegada casi por el culo a la punta de una pistola, sé que puedo salir corriendo. no hay nadie al otro lado de la pistola. se va a disparar igual. puedo salir corriendo igual.

no lo hago.

sé que puedo despertarme. sé con tanta fuerza que puedo despertarme como que tengo ganas de saber cómo duele.

tarden cuanto quieran

la tarde es infinitamente más interesante que la mañana.

-disculpen que lo diga, amigas que no están-

apareció, al fondo del fondo de la puerta abierta, la prometida marioneta gigante (ahí justo, ahí donde terminan mis ojos cuando giro la cabeza 120º grados a la derecha). Está sentado, no llego a verle la cabeza -si me esfuerzo y entorno los ojos, adivino una barbilla con una especie de barba en pico, me hace pensar en un Quijote, pero el Quijote no se dejaría estar así, sentado en un taburete alto, con las rodillas dobladas, los brazos doblados hacia arriba en un gesto que dice que en cualquier momento se pone a llorar

sí, papá, no es ninguna de las noticias de hoy, es una marioneta gigante, una marioneta hombre, que parece un quijote si te empeñas y que si lo mueven una vez más se va a poner a llorar.

las tardes son infinitamente más interesantes que las mañanas.

por un oído me llega un debate con acento uruguayo. campaña electoral. plebiscitos. no aclares que oscureces, dice ella. pues eso.

-disculpen, amigas, sé que no prometieron ninguna marioneta gigante, tal vez una virgen, tal vez algún cristo, eso dijeron-

un señor pasa. camisa blanca, cartera en bandolera. se para. mira. una vecina que tampoco está por las mañanas se asoma desde el salón. al lado, la terraza-trastero del cabecero-cama-doble. una señora -camiseta blanca, bolso en bandolera- sale del local donde al quijote lo están trastocando.

salgan

o entren

o miren afuera.

obedezcan. encuentren  una palma de domingo de ramos aún colgada de una terraza

-escuchen: un tendedero de tu vida a la mía. claro. esta nos la sabemos. este momento. nos lo sabemos-

vuelvan a obeceder. el cabecero de una cama depositado en una terraza-trastero. pregúntense ¿también desde semana santa? ¿pero de la de qué año?

suban. macetas. la terraza-jardín. geranios. un poco lánguidos. un poco solos, desordenados. un poco lejos del suelo. un poco pocos.

y aires. aires. aires. desaires. seis máquinas de aires para el verano, bombas para el invierno. sume y siga, a poco que se mueva encontrará que son ocho, nueve, diez.

vida. la paloma que pasa, el hombre que sale. la luz encendida en el salón-terraza-con-tendedero.

salgan

clic para recibir las entradas nuevas en tu correo